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Luca Longo

Hemos presentado el método científico como el motor del progreso, como el elemento central que guía el camino racional de la investigación y la innovación. Pero, como toda gran empresa humana, la ciencia también tiene su lado oscuro. Sí, hablamos de lo que nadie quiere ver: el fraude científico. Parece paradójico, pero incluso en la comunidad que debería estar más consagrada al altar de la Verdad, de vez en cuando alguien hace trampas. Y no estamos hablando de errores honestos, sino de fraude descarado.

¿Hacen trampas los científicos?

Las estadísticas no son reconfortantes. Según un estudio de 2009 publicado en PLoS ONE, alrededor del 2% de los científicos admite haber fabricado, falsificado o modificado datos al menos una vez a lo largo de su carrera. Y ojo, esto no es el final de la historia: otro 9% de científicos afirmó conocer a colegas que habían cometido fraude científico. Esto se traduce en que cada año se publican aproximadamente 2.000 artículos científicos fraudulentos. Esto significa que entre esas publicaciones que leemos con confianza en revistas científicas autorizadas, algunas contienen datos fabricados.

Las tres categorías de fraude científico

El mundo del fraude científico es, por desgracia, tan diverso como el de la ciencia legítima. El fraude puede dividirse en tres categorías principales:


– Invención completa de datos o resultados – Aquí nos enfrentamos a creativos sin escrúpulos. Los datos no existen, el experimento nunca se hizo, pero el artículo se escribe, se acepta y se publica de todos modos. Es como si un historiador publicara un ensayo lleno de sucesos que nunca ocurrieron.
– Falsificación o alteración de datos o resultados – Se trata de una práctica más sutil. El experimento ha existido, pero los datos se han manipulado para obtener los resultados deseados. Quizá se eliminan los datos que no se ajustan a la teoría preferida, o se ajustan un poco los números, o se manipula el experimento para demostrar lo que se quiere. Es una especie de truco de las tres cartas, pero con ciencia.
– Plagio: Robar ideas, datos o artículos enteros de otros científicos sin dar crédito – Aquí la ciencia es genuina, pero es el autor quien es un farsante. Imagínese trabajar duro en un trabajo de investigación y luego ver su trabajo publicado por otra persona. Es como enfrentarse a un robo, pero en lugar de joyas, desaparecen ideas.

El sistema de revisión por pares: no siempre infalible

Llegados a este punto, puede que esté pensando: «¿Pero no existe ese método llamado revisión por pares para proteger a la ciencia de estos tramposos?». Pues sí y no.

La revisión por pares es el proceso por el cual otros científicos, expertos en la materia, examinan un artículo antes de publicarlo. Los editores de la revista científica que reciben el artículo asignan la revisión a -normalmente- tres científicos de renombre expertos en ese campo concreto del conocimiento. Los tres científicos revisores analizan el artículo, buscan información, comprueban los análisis y los resultados y, si pueden, replican todo el experimento o encuentran otras confirmaciones independientes.

También pueden interactuar con el autor, a través de la revista y de forma totalmente anónima y controlada. En resumen, intentan «falsificar» el trabajo del autor (¿recuerda el artículo anterior?). A continuación, escriben sus conclusiones al editor: el trabajo puede publicarse, rechazarse por una serie de deficiencias precisas y graves, o publicarse sólo si se modifican o completan algunas partes que han suscitado dudas. Los autores corrigen, profundizan y vuelven a presentar el trabajo, con la esperanza de que esta vez sea aceptado. Suelen dar las gracias, porque si tres expertos de renombre han intentado falsificar el experimento, la teoría o las conclusiones y han fracasado, significa que el trabajo es razonablemente sólido. En teoría, es un sistema muy bueno. Una verdadera revisión por pares. En la práctica, sin embargo, tiene limitaciones.

En primer lugar, es un trabajo ingrato: los revisores no suelen recibir ningún reconocimiento por su labor, que realizan como un servicio a la propia comunidad. Además, la cantidad de artículos que hay que revisar aumenta constantemente, mientras que cada vez se dispone de menos tiempo. Para colmo, las investigaciones son cada vez más complejas y difíciles de reproducir, lo que convierte el trabajo de los revisores en una ardua tarea. En otras palabras, el sistema no es perfecto y, a veces, algo se cuela por la red.

Revistas depredadoras: el lado oscuro de la publicación científica

Y luego están las llamadas «revistas depredadoras». Se trata de falsas revistas científicas que, a diferencia de las acreditadas, aceptan prácticamente cualquier artículo siempre que el autor pague una tasa de publicación. Estas revistas intentan penetrar en el sector científico -y también entre los periodistas a la caza de primicias- porque se publican gratuitamente. Los costes corren a cargo del autor del artículo, no de los lectores. Por eso los editores no realizan una verdadera revisión por pares: cuantos más artículos publican, más ganan. A menudo publican artículos de baja calidad o incluso fraudulentos, sin el menor control del contenido. Es un poco como esas páginas web que venden títulos: el papel está ahí, pero no vale nada.

Cómo lucha la comunidad científica contra el fraude

Afortunadamente, la comunidad científica no se quedó de brazos cruzados.

Existen varias iniciativas internacionales para combatir el fraude y promover la integridad de la ciencia. La Declaración de Singapur sobre la Integridad de la Investigación, por ejemplo, establece una serie de principios y responsabilidades que los investigadores deben seguir para mantener la honestidad y la transparencia en la ciencia. Con el mismo objetivo, en Italia, el CNR ha publicado las Directrices para la Integridad de la Investigación, que pretenden fomentar las buenas prácticas y prevenir las conductas indebidas.

Además, las nuevas tecnologías y métodos de análisis de datos facilitan la detección del fraude. Los algoritmos avanzados y las aplicaciones de inteligencia artificial pueden analizar enormes cantidades de publicaciones para identificar patrones sospechosos. Y las plataformas de intercambio de datos están facilitando la verificación independiente de los resultados científicos.

El método científico: ensayo, error y corrección

A pesar de sus defectos, el método científico sigue siendo la mejor herramienta de que disponemos para comprender el mundo y mejorar nuestras vidas. Es un sistema basado en la transparencia, la repetibilidad y la corrección de errores. Incluso cuando algo sale mal, como en el caso del fraude científico, el método científico está diseñado para arreglarlo, para autocorregirse. Es un proceso que, como hemos visto, puede ser lento e imperfecto, pero es el único que nos permite progresar de verdad.

Y este progreso no es sólo cuestión de descubrimientos académicos o nuevos artilugios tecnológicos. Es la clave para abordar los retos mundiales más acuciantes, como los que plantean los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ya se trate de luchar contra la pobreza, mejorar la salud mundial o proteger el medio ambiente, el método científico es nuestro aliado más poderoso.

Así que, la próxima vez que oiga hablar de un descubrimiento científico revolucionario o de un nuevo estudio, recuerde que detrás hay un proceso que, a pesar de sus defectos, está construido para llevarnos siempre un paso adelante. La ciencia no es perfecta, pero es la mejor herramienta que tenemos para construir un futuro mejor, por eso merece la pena seguir confiando e invirtiendo en su progreso.

Luca Longo
ESCRITO POR Luca Longo

Químico industrial, químico teórico, periodista, comunicador y divulgador científico.

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