
En los últimos años, la administración pública italiana ha puesto en marcha herramientas digitales innovadoras como SPID, PEC, PagoPA y el DNI electrónico, con el objetivo no sólo de racionalizar las prácticas, sino también de perseguir una sostenibilidad concreta y mensurable.
Como recuerda el Manifiesto por la Sostenibilidad Digital -publicado por la Fundación para la Sostenibilidad Digital en 2019-, el papel de lo digital en la sociedad se juega en dos planos entrelazados: la dirección que podemos dar a las tecnologías y la retroalimentación que generan sobre las personas, la economía y el medio ambiente. Precisamente esta interdependencia es la brújula que debe guiar la transición digital de la AP hacia criterios ambientales, económicos y sociales, considerando siempre todo el ciclo de vida – Life Cycle Assessment – de cada servicio.
Desde el punto de vista medioambiental, la digitalización mediante SPID y CIE reduce significativamente el uso de papel y los desplazamientos físicos, con una reducción neta de las emisiones de CO₂. La introducción de la Cartera Informática, integrada con estas identidades digitales, puede eliminar millones de copias en papel y desplazamientos a las oficinas públicas. Desde el punto de vista económico, el ahorro de tiempo y de costes operativos resultante de la reducción de los procedimientos manuales ya es tangible: en 2024, se emitieron más de 39,2 millones de identidades SPID, un 7 % más que en 2023, y 48,8 millones de CIEs, un salto del 18 %. El país está así cada vez más cerca del objetivo fijado por el PNR: 42,3 millones de identidades digitales para 2025.
La plataforma PagoPA también ha arrojado cifras impresionantes: en 2024 gestionó más de 388 millones de transacciones por un valor total de unos 85 300 millones de euros, reduciendo el uso de papel y las emisiones asociadas a los desplazamientos a las ventanillas físicas. El panorama confirma la centralidad de la digitalización para alcanzar los objetivos de sostenibilidad económica y medioambiental fijados a escala nacional e internacional.
Con los nuevos datos del Observatorio de la Sostenibilidad Digital dedicados a las generaciones, es posible tomar una instantánea de cómo cambia la adopción de la tecnología con la edad.
SPID – «La identidad digital habla joven: auge por debajo de los 40, ralentización por encima de los 60
Entre los nacidos a partir de finales de los 90, el conocimiento es casi total: solo el 5 % de la Generación Z afirma no saber lo que es, mientras que entre los Baby Boomers (clase 50-60) la ignorancia se eleva al 32 %. No es sólo una cuestión de fama: en el uso cotidiano, pasa del 44 % de la Generación Z y el 47 % de los Millennials que la usan habitualmente a poco más de 1 de cada 5 de los Boomers. En la práctica, más de la mitad de los mayores de 60 años o la conocen pero no la usan (alrededor del 31 %) o nunca han oído hablar de ella. La brecha tiene su origen en la alfabetización digital y la utilidad percibida: los más jóvenes, inmersos en prácticas en línea para estudiar, trabajar y estar en familia, encuentran natural tramitar el reconocimiento mediante webcam o SMS OTP; los que crecieron con ventanillas y formularios en papel tienden a desconfiar de esos pasos iniciales y prefieren los procedimientos tradicionales.
CIE – «CIE, el microchip dormido: documento masivo, identidad digital de nicho
El Documento de Identidad Electrónico (CIE) presenta un panorama diferente. Las emisiones se acercan a los 49 millones, señal de que el documento «físico» es ya omnipresente. Sin embargo, su chip sigue estando poco explotado.
Entre los menores de 30 años, el panorama es prometedor: el desconocimiento de la herramienta es sólo del 6,9 % y casi un tercio (31,8 %) la utiliza de forma habitual, mientras que otro 29,7 % la activa sólo cuando la necesita. En los Millennials, el motor se ralentiza: el uso habitual desciende al 27,6 % y más de un tercio (35,6 %) conoce la tarjeta pero nunca la utiliza; en la Generación X, la proporción de usuarios habituales se adelgaza al 22,9 % y el filtro de la inercia se mantiene (35,5 % «la conozco pero no la uso») .
El verdadero colapso se produce entre los Baby Boomers: cuatro de cada diez nunca han oído hablar del CIE y sólo el 12,5% utiliza el chip de forma habitual.
Los jóvenes y los Millennials poseen la tarjeta, pero rara vez la utilizan para autenticarse: El SPID, que no requiere lectores NFC ni el almacenamiento de PIN y PUK, se percibe como más inmediato. Por el contrario, entre los Baby Boomers se observa un doble fenómeno: una proporción importante no está familiarizada con el CIE como herramienta digital (es posible que muchos aún tengan el DNI en papel activo y no hayan seguido la transición electrónica), y los que sí lo tienen no suelen aprovechar las ventajas del chip electrónico. Cabe suponer que una parte importante de los mayores de 65 años desconoce las posibilidades que ofrece el CIE en línea o no dispone de las herramientas (smartphones adecuados, lectores) para utilizarlo. En cuanto al uso regular, todas las generaciones muestran porcentajes inferiores al SPID: el CIE, aunque es un documento muy extendido, es utilizado por una minoría de forma regular para los servicios digitales. Esta tendencia indica la existencia de barreras prácticas (por ejemplo, la necesidad de recordar el PIN/PUK, poseer un lector NFC o un teléfono) y quizás una mayor desconfianza en la seguridad o dificultades técnicas entre las personas mayores. Las implicaciones son que, a pesar de la alta tasa de adopción «física» del CIE, es necesario mejorar la accesibilidad de sus funciones digitales.
PagoPA – «El monedero online de los Millennials: la mitad de los Boomers se quedan en el mostrador».
El factor edad también afecta a PagoPA, la plataforma de pagos electrónicos a la AP. Solo el 11% de la Gen Z no sabe lo que es; más de uno de cada cuatro (28%) la utiliza habitualmente para pagar impuestos, facturas o servicios públicos, pero el récord lo tienen los Millennials, que alcanzan el 32%. La Generación X (nacidos entre el 65 y el 80) se detiene en torno al 25 %. La situación de los mayores de 60 años es muy diferente: casi la mitad (47,5 %) no conoce la plataforma en absoluto y apenas el 10 % la utiliza con frecuencia. Las razones son la falta de familiaridad con el home-banking y las tarjetas, el miedo al fraude o a los errores, y el procedimiento -generar el «aviso» y completar el depósito- percibido como engorroso. Para salvar la brecha, se sugieren ventanillas asistidas en los municipios, donde un operador ayuda al ciudadano a completar el pago digital.
PEC – «PEC, el correo electrónico con valor jurídico: herramienta para iniciados, senior a la inversa
El PEC (Correo Electrónico Certificado) ofrece un panorama aún más matizado. Entre las generaciones activas (Gen Z, Millennials, Gen X) menos del 9 % no sabe lo que es, pero entre los Boomers el porcentaje de los que nunca han oído hablar de él salta al 40 %. Y saber no significa usar: más del 37 % de los Millennials y el 38 % de los Boomers saben qué es la PEC pero no la han activado. El uso regular sigue siendo de nicho: el 18 % de la Generación Z, el 30 % de los Millennials y solo el 9 % de los mayores de 60 años lo utilizan con regularidad. ¿Las razones? La PEC se creó como una herramienta con valor legal para profesionales, empresas o determinadas prácticas con la AP; el ciudadano de a pie la percibe como una carga burocrática que puede evitarse mientras no sea obligatoria. La activación requiere una suscripción con un proveedor y algunos pasos técnicos; las interfaces no siempre son fáciles de usar, y la gestión de los recibos de entrega puede resultar confusa. Para los boomers, la falta de formación es lo que más pesa: es poco probable que lo adopten quienes no entiendan su utilidad y funcionamiento. No obstante, hay margen para extenderse: promocionar el CEM como canal seguro de comunicación con la AP y ofrecer soluciones gratuitas vinculadas a SPID o CIE reduciría la barrera de entrada, sobre todo entre los más recelosos.
Conclusión:«Cerrar la brecha digital para una Italia más sostenible e integradora».
Para salvar la brecha generacional y reforzar la adopción de SPID, CIE, PagoPA y PEC, necesitamos programas de alfabetización digital, ventanillas asistidas en los municipios e interfaces aún más intuitivas, especialmente para los mayores de 60 años. Invertir en campañas específicas que expliquen las ventajas concretas -desde la reducción de los tiempos de espera hasta los pagos seguros- aumentaría la confianza y el uso cotidiano de estas herramientas. La integración de diferentes identidades en el futuro monedero informático, con una incorporación guiada y simplificada, podría reducir aún más el umbral de entrada. Cada nuevo usuario digital significa menos papel, menos desplazamientos, menos CO₂ y, al mismo tiempo, trámites más rápidos y menores costes para la AP. Reducir la brecha digital, en definitiva, tiene un impacto directo en la sostenibilidad medioambiental, económica y social del país: una palanca que Italia ya no puede permitirse descuidar.